II La doble faz del dualismo en la formación social peruana hoy
Capitalismo y Feudalidad
La
otra faz de la dualidad en nuestra formación social, esto es, la coexistencia
entre un régimen feudal, dentro del cual sobreviven elementos o restos del
comunismo primitivo de los inkas, y el capitalismo surgido bajo el imperio del
dominio británico, luego desplazado por el imperialismo de los EEUU, sí que ha
sufrido importantes cambios. Uno de ellos, quizás el más significativo, fue
producto de la reforma agraria de los 70 y de los movimientos campesinos que la
radicalizaron al liquidar las SAIS y otras modalidades de adjudicación que
preservaban la gran propiedad sobre todo en la región andina[16].
En
este proceso, el de la reforma agraria, la gran propiedad y el régimen feudal o
semifeudal[17] que prevalecía y mantenía
fuertemente subordinado al indígena, al campesino; desaparece, dando lugar a la
reproducción de las comunidades campesinas que habiendo sido, por lo menos
hasta 1970 algo más de 2,500, después de la reforma agraria, alcanzaron a ser,
aproximadamente 5,700[18]. Hoy, nueva información
nos indica que existen 7,267 de las cuales
6,138 corresponden a las comunidades andinas y de la costa y 1129 a las
que se ubican en la selva[19].
Si
consideramos que unas y otras comunidades tienen en común ser parte de la
economía campesina, familiar y de subsistencia que, en el caso del Perú,
mantiene en diverso grado sus relaciones comunitarias o colectivistas para el
trabajo común y sus diversas manifestaciones espirituales, estamos ante el
hecho que, después de la reforma agraria, desaparecidas las expresiones de la
feudalidad y la semifeudalidad, el latifundio, la servidumbre y el gamonalismo,
lo que toma su lugar son las relaciones comunitarias, familiares y de
subsistencia que, sobrevivientes de lo que fueran los restos del colectivismo agrario en la etapa
colonial, le van a dar una nueva y particular configuración al dualismo sobre
todo con la nueva expansión capitalista de los 90.
En
efecto, después de la reforma agraria que deja trunca el Gobierno Militar de
Morales Bermúdez en los años 1975-1980, las crisis económica y política de los años
80 que golpea duramente al campesinado, tanto en la sierra como en la selva,
cuestiones a las que se habría de sumar, a comienzos de los 90, el impulso que,
bajo el fujimorismo, se da a la expansión mundial del capitalismo y las
políticas neoliberales que aquel promueve, la fuente de mayor conflicto que se
comienza a dar en el Perú es el desarrollo, por parte de grandes transnacionales,
de actividades extractivas en territorios donde coincidentemente se encuentran
las comunidades de la región andina o de la selva.
Es
en este contexto y en este proceso de promoción y beneficios a la inversión
transnacional en el sector minero (incluye explotación de minerales como cobre,
oro y plata, petróleo, gas y otras fuentes de energía) que se ha configurado
una nueva dualidad que, sin embargo, no deja de lado el mayor problema histórico
del indio y de la tierra que señalara Mariátegui para referirse a la dualidad
agravada por el período que inicia la explotación del guano y el salitre y la solidificación
de un capitalismo y una burguesía en el Perú.
Me
refiero por supuesto, no a la dualidad que históricamente surge en la etapa de
la conquista y el colonialismo español, está ya quedó atrás al desaparecer el
latifundio y la servidumbre, me refiero a la dualidad que se da hoy entre la
expansión nueva y “salvaje” del capitalismo, bajo el poder de las
transnacionales, y las comunidades o pueblos indígenas que, en diverso grado,
mantienen sus tradicionales características en términos de propiedad comunal,
relaciones de ayuda mutua y trabajo colectivo, y que hoy, por la codicia que la
burguesía y el capital transnacional tiene sobre las riquezas que se encuentran
en sus territorios, mantienen una lucha desigual contra el Estado y los intereses
extranjeros que defiende y representa.
La
historia de estos días o de estos tiempos, pasando por los gobiernos de
Fujimori, Alan García, Toledo, Humala y el del recientemente destituido
Kuczynski, nos ilustra claramente sobre la gravedad de este conflicto que, no
solo confronta los intereses de las explotaciones mineras, petroleras,
forestales etc. frente a los derechos territoriales de los pueblos indígenas,
comunidades campesinas y nativas, sino también la cultura occidental y oriental
del “mercado” bajo el dominio imperialista y los derechos que como cultura reclaman
y reivindican los pueblos de las Amazonía y de la región Andina para asegurar su
sobrevivencia bajo las condiciones mínimas de igualdad respecto del resto de la sociedad peruana.
Pero
¿qué es lo que posibilita que volvamos a la vieja y renovada historia del problema
de la tierra respecto de las reivindicaciones de los pueblos indígenas, de las
comunidades u otras organizaciones similares, después de la reforma agraria? La
explicación es muy sencilla. La reforma agraria, ni la legislación posterior
sobre la propiedad de la tierra, canceló, como bien sostiene el excongresista
del Partido Popular Cristiano, Juan Carlos Eguren, el régimen de propiedad
establecido por la Corona Española, el mismo que si bien otorgaba o reconocía
los derechos de propiedad que pudieran tener españoles e indios, esto no
incluía los recursos o riquezas naturales que se encontraban sobre el suelo o
el subsuelo. Estos se reservaban y encontraban bajo la soberanía del Rey de
España quien, de ese modo, se beneficiaba del preciado oro existentes en los
territorios del Virreinato.
Hoy,
bajo ese mismo sistema, “sistema dominalista o inminente del Estado”, obsoleto
frente a los países capitalistas anglosajones[20], los gobiernos que desde
el Fujimorismo promueven la inversión minera, de hidrocarburos, bosques etc.,
dada la reserva de soberanía que el Estado ha hecho sobre los recursos que se
encuentran en el suelo o el subsuelo de las comunidades, tiene la facultad y el
poder “legal” para conceder a las empresas transnacionales la explotación privada
de esos recursos, sin considerar los derechos que sobre esos territorios tienen
las comunidades de la sierra y la selva.
En
este sentido, la subsistencia de los restos de colectivismo agrario y el
conflicto que los pueblos indígenas mantienen frente a esta nueva expansión del
imperialismo y el capital transnacional, tiene como base un régimen de
propiedad que, heredado del colonialismo español, hoy permite el avasallamiento
de las comunidades y sus territorios para garantizar el avance de las
actividades extractivas y por supuesto la sujeción del Estado al dictado de
intereses ajenos al país. La dualidad de hoy así, no solo reproduce el viejo
conflicto por el cual la cultura indígena revive su derecho a la tierra y su
identidad cultural frente a un régimen de propiedad que permite su
avasallamiento, sino que, además debe enfrentarse a un poder mucho mayor, el de
un capitalismo que impide, bajo nuestro particular régimen de propiedad, el
funcionamiento de las instituciones democráticas que, formalmente, de acuerdo a
la Constitución y el derecho internacional, están en la obligación de proteger
los derechos territoriales y culturales de estos pueblos frente a los intereses
económicos de las transnacionales[21].
En
esto, no debemos olvidar que el problema indígena, bajo esta dualidad, no es
extraño a la historia de los pueblos nativos de la selva que ya sufrieron las
graves consecuencias de la época del caucho y que hoy se enfrentan a la
agresividad de la industria petrolera, la minería ilegal, la deforestación y la
contaminación ambiental que, al igual que en el caso de las comunidades de la
sierra, corren el grave riesgo de perder las bases naturales de su
subsistencia, de su vida y de su cultura.
[16] Sobre este
particular las movilizaciones campesinas que se registraron en Andahuaylas
(1974) y Anta (1979), después de la reforma agraria, son un claro ejemplo de
cómo el movimiento campesino radicalizó el proceso de reforma agraria
liquidando a su favor las SAIS o CAP, modalidad bajo las cuales se preservaba
la gran propiedad.
[17] Los
conceptos de feudalidad y semifeudalidad, desde el punto de vista de Mariátegui
corresponden al tipo de relaciones sociales de producción que se establecieron
durante el colonialismo español y que, sin ser liquidados, fueron impactados
por el desarrollo del capitalismo a partir de la explotación del guano y del
salitre. La feudalidad es identificada por Mariátegui allí donde dominan la
gran propiedad, el latifundio, la servidumbre y el gamonalismo, principalmente
en la sierra. La semifeudalidad que en ese momento se manifiesta con mayor
amplitud en la costa y con menor intensidad en la sierra, implica que, dentro de
la transición de una economía feudal a una burguesa, si bien se presentan
algunos rasgos técnicos del capitalismo, como aparece con el yanaconazgo y el
enganche en la costa, no logra establecerse el régimen salarial. En la sierra
este proceso de transición aparece retardado y por tal motivo allí se dan diversas
formas de trabajo, pago en productos o debajo de lo que es un jornal, etc. o
sin que se llegue a establecer el “régimen de salario libre” tal y como
finalmente avanzó en la costa. Sugiero la revisión de lo trabajado por
Mariátegui en su Ensayo El Problema de la tierra”. Óp. Cit. Págs. 41- 44 y 75-82.
[18] Véase: Instituto
del Bien Común y Centro Peruano de Estudios Sociales. 2016. Directorio 2016. Comunidades Campesinas en
el Perú. Lima. Consulta: 27/04/2018. <
http://www.ibcperu.org/publicacion/directorio-2016-comunidades-campesinas-del-peru/>
[19] Esto se produjo porque al interior de las propiedades del
terrateniente, en la región andina, las familias campesinas, sometidas a
relaciones serviles o semiserviles mantuvieron, en las parcelas que servían
para su subsistencia, las mismas formas de trabajo, tradiciones etc. que
existían o se dan en las comunidades campesinas. Por esta razón, fueron como
“comunidades cautivas” que, una vez liberados del yugo patronal, devinieron
espontáneamente en comunidades que buscaron su reconocimiento como tales.
[20] El ex Congresista
Carlos Eguren del Partido Demócrata Cristiano, de cuyo proyecto de ley sobre el
cambio en el régimen de propiedad hemos obtenido esta información, sostiene que
este sistema de propiedad no deja que progrese la inversión privada
capitalista, pues los propietarios del suelo no obtienen mayores beneficios que
incentiven, no el rechazo, sino la promoción de la inversión capitalista. Por
supuesto, y conforme a sus ideas liberales en este caso, sugiere cambiar el
régimen de propiedad actual que afecta principalmente a las comunidades y
pueblos indígenas de la sierra y de la selva, por el régimen de propiedad que,
establecido en EEUU, Canadá, Inglaterra, etc., régimen de “accesión o
fundiario” permite que los propietarios del suelo tengan, a su vez, la
propiedad del subsuelo y de los recursos que allí existan. De este modo, los
beneficios de la explotación de los recursos naturales que se encuentran en sus
territorios podrían ser negociados con mayores beneficios e incentivos para las
comunidades.
[21] El Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales de
1989 establece precisamente, en el nivel Constitucional, no solo el
reconocimiento de los derechos territoriales y culturales de los pueblos
indígenas, sino también su protección frente al avance de las actividades
extractivas en el mundo.
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