Esta es la quinta entrega de
un conjunto de artículos sobre el dualismo de Sociedad Peruana ,tesis que planteada
por José Carlos Mariátegui, constituye una clave fundamental en la
comprensión de nuestra compleja y particular existencia como país .
Este trabajo trata de responder al reto que nos
hace ROLAND FORGUES desde las páginas de su libro “Perú: Entre el Desafío de la
Violencia y el Sueño de los Posible" a fin de reflexionar sobre el Perú
con el objeto de alcanzar “una vida democrática, plena, renovada y auténtica”
Retomando
el tema: el dualismo de la sociedad peruana.
En el artículo que precedió a este,
“El dualismo de la sociedad Peruana: La tesis de Mariátegui”[1],
tuve la oportunidad de examinar este problema partiendo de su origen, esto es,
del proceso de la conquista y el colonialismo español, tal y como lo expresara
el Amauta. En esa ocasión fueron vitales, para encontrar las características
fundamentales del dualismo en esta fase, lo que ya venía avanzando Flores
Galindo sobre el pensamiento de Mariátegui, pero, sobre todo y en este asunto
en particular, lo que Roland Forgues había puesto al descubierto al revisar, en
el contexto del debate sobre el problema nacional o la “peruanidad”, lo que aquél
había expresado sobre el tema en cuestión.
Es así como llegué a la conclusión de
que el dualismo al que se refiere Mariátegui como “nuestro mayor problema histórico”
implica por lo menos la existencia de tres rasgos fundamentales: a) la
contradicción entre lo español y lo inkásico producto del encuentro, vía la
conquista y el colonialismo, de dos civilizaciones, b) el establecimiento de una
economía feudal que, establecida por el conquistador-colonizador, explota los
restos o residuos, vivos aún, del comunismo inkaico y c) La explotación brutal,
bajo formas serviles y esclavistas de la raza y cultura indígena bajo el
supuesto colonial de su inferioridad.
Comprendido así el dualismo, no debe sorprender
que al tratar sobre el desarrollo de este fenómeno en la República ponga especial
atención al colonialismo de nuestra economía, los cambios que se producen en
esta y, asimismo, que dé un trato preferente a problemas que, como los del
indio, la tierra y la feudalidad nos remiten, conforme a lo expuesto por
Mariátegui, a la dualidad producto de la conquista y el colonialismo español.
Bajo esta perspectiva lo que me toca
ahora es exponer cómo así, durante la República y de acuerdo a lo sostenido por
el Amauta, “se acentuaron el dualismo y el conflicto que hasta ahora
constituyen nuestro mayor problema histórico”[2]
o, dicho de otro modo: ¿en qué medida y bajo qué fundamentos Mariátegui
sostiene que lo que caracteriza al dualismo como problema histórico se agudizó en
el período que se inaugura con la Independencia; la República?
El
colonialismo y la transformación de la economía en la República
Para contestar esa pregunta y
siguiendo el pensamiento de Mariátegui en lo que atañe a la evolución de
nuestra formación económica, debemos precisar aquellos cambios que, producidos
a partir de la independencia y el desarrollo de la República le dan una nueva
fisonomía al dualismo generado por la conquista y el colonialismo español. En
primer lugar, habría que señalar que, para Mariátegui, desde la independencia,
pasando por la República, la economía peruana no dejó de ser colonial, esto es,
sujeta o subordinada a los intereses de la Metrópoli de turno. Así, fue categórico
en señalar que:
Mientras
la conquista engendra totalmente el proceso de formación de nuestra economía
colonial, la independencia aparece determinada y dominada por ese proceso [el
mismo que], sobre el plano de la historia mundial, [al presentarse] decidida
por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor
dicho, capitalista [permitió que] el Imperio Británico, destinado a representar
tan genuina y trascendentalmente los intereses de la civilización capitalista, [le
tocara] jugar un papel primario en la independencia de Sud-América”[3].
Este proceso, el del colonialismo
económico, continuó y se fortaleció durante la República, sobre todo, a partir
de la explotación del guano y del salitre, cuestión que examinada detenidamente
por Mariátegui le permitió constatar, tras ese momento de nuestra historia, “algunos
rasgos sustantivos de la formación de nuestra economía para percibir mejor su
carácter […] colonial”[4].
Estos rasgos, colocaron nuestra economía “bajo el control del capital británico
al cual, a consecuencia de las deudas contraídas con la garantía de ambos
productos, debíamos entregar más tarde la administración de los ferrocarriles,
esto es, de los resortes mismos de la explotación de nuestros recursos”[5].
La gravedad de esta situación, de
nuestra economía como economía colonial, una de cuyas consecuencias fue la
guerra del Pacífico, dio pie para que, al respecto, Mariátegui expresara que:
La
guerra del pacífico, consecuencia del guano y del salitre no canceló las otras
consecuencias del descubrimiento y explotación de estos recursos, cuya pérdida
nos reveló trágicamente el peligro de una prosperidad económica apoyada o
cimentada casi exclusivamente sobre la posesión de una riqueza natural,
expuesta a la codicia y al asalto de un imperialismo extranjero o a la
decadencia de sus aplicaciones por efecto de las continuas mutaciones
producidas en el campo industrial por los inventos de la ciencia[6].
En segundo lugar, habría que remarcar
que, si bien es cierto con la independencia y la república nuestro país
mantenía, económicamente su carácter colonial y por tanto el “móvil” de la
sujeción económica externa el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, no
ocurría lo mismo con la “época” pues, como bien señaló Mariátegui, mientras
España representó una economía que pertenecía al pasado, a la era medioeval, el
Imperio Británico, de destacado protagonismo en el desarrollo del “industrialismo
europeo u occidental” [léase capitalismo] nos insertó en una nueva época, la de
la “civilización occidental o, mejor dicho capitalista” [7].
En tercer lugar y, bajo la era de una
nueva economía colonial, capitalista, Mariátegui destaca dos cuestiones: Una,
que en “el período dominado por el comercio del guano y del salitre, el proceso
de la transformación de nuestra economía, de feudal en burguesa recibió su
primera enérgica propulsión (el subrayado es mío)”[8]
y dos, que si bien es cierto esto dio lugar a la formación de “un capitalismo y
una burguesía”[9],
ésta última no tenía las condiciones, capacidades y espíritu para llevar
adelante una economía nueva y superior que liquide el feudalismo heredado de la
Colonia.
Esta clase, la burguesía peruana,
“confundida en su origen y estructura con la aristocracia, formada
principalmente por los sucesores de los encomenderos y terratenientes de la
colonia”[10]
no tuvo, como insistiría en toda su obra, las capacidades ni el espíritu para
llevar adelante una economía capitalista que liquidara el pasado feudal. Por
ello, concluyendo con el examen del capítulo del guano y del salitre y
aludiendo a la transformación de nuestra economía de feudal en burguesa,
sostuvo lo siguiente:
Es,
a mi juicio, indiscutible que si en vez de una mediocre metamorfosis de la antigua
clase dominante, se hubiese operado el advenimiento de una clase de savia y élan
nuevos, ese proceso habría avanzado más orgánica y seguramente. La Historia de
nuestra posguerra lo demuestra. La derrota -que causó, con la pérdida de los
territorios del salitre, un largo colapso de las fuerzas productoras – no trajo
como una compensación, siquiera en este orden de cosas, una liquidación del
pasado[11].
Cambios
en el dualismo histórico feudal-colonial
Ahora bien, en esta “faz” de nuestra
economía colonial, la del colonialismo capitalista bajo el poder del Imperio
Británico, luego desplazado por el de los EEUU de Norte América, el proceso por
el cual nuestra formación económica se va transformando de feudal en burguesa,
pero sin liquidar el pasado, da lugar a una importante modificación del
dualismo histórico al que se refiere Mariátegui.
La feudalidad colonial que permitía
la sobrevivencia, bajo condiciones serviles, de la economía indígena, va a ser
impactada, sobre todo en la costa, por la emergencia de la economía burguesa
que se concentra allí, a partir de la explotación del guano y del salitre. Con
el dualismo subsistente de la feudalidad toma forma un nuevo dualismo, el que
se da entre una economía burguesa y una economía feudal.
Precisamente y sobre esta cuestión,
Mariátegui, a partir del examen que hace de la evolución de la economía
peruana, se ha de referir a la nueva forma que toma el dualismo en el período
republicano afirmando que:
Otra
faz de este capítulo de la Historia económica de la República es la afirmación
de la nueva economía como economía prevalentemente costeña. La búsqueda del oro
y de la plata obligó a los españoles, contra su tendencia a instalarse en la
costa-, a mantener y ensanchar sus puestos avanzados. La minería, actividad
fundamental del régimen económico implantado por España en el territorio sobre
el cual prosperó antes una sociedad genuina y típicamente agraria-, exigió que
se estableciesen en la sierra las bases de la Colonia. El guano y el salitre
vinieron a rectificar esta situación. Fortalecieron el poder de la costa.
Estimularon la sedimentación del Perú nuevo en la tierra baja. Y acentuaron
el dualismo y el conflicto que hasta ahora constituyen nuestro mayor problema
histórico (el subrayado es mío)”[12].
Ciertamente en esta cita Mariátegui no
se refiere solo a la nueva dualidad surgida bajo el impulso del “imperialismo
extranjero”, al dualismo entre la economía burguesa y la economía feudal, sino
a esa dualidad que hasta ese momento constituía “nuestro mayor problema
histórico”, la dualidad propia de la conquista y el colonialismo español, entre
lo español y lo indígena, entre el latifundio feudal instaurado por la cultura medioeval del
conquistador y la servidumbre a la que fue sometida la raza y cultura indígena.
Si examinamos el pensamiento de
Mariátegui no cabe duda que, en efecto se refiere a la dualidad heredada de la
conquista y colonialismo español, pues al no haberse liquidado la feudalidad y
con ello el poder de la clase terrateniente y la servidumbre indígena en el
período que se inaugura con la independencia; el desarrollo de la economía
burguesa tuvo que convivir o coexistir con la feudalidad y el dualismo
pre-existente. A propósito de ello, analizando “el problema de la tierra”, Mariátegui
sostuvo que:
España nos trajo el Medioevo: inquisición, feudalidad, etc. Nos trajo
luego, la Contrarreforma: espíritu reaccionario, método jesuítico, casuismo
escolástico. De la mayor parte de estas cosas nos hemos ido liberando,
penosamente, mediante la asimilación de la cultura occidental […] Pero de su
cimiento económico, arraigado en los intereses de una clase cuya hegemonía no
canceló la revolución de la independencia, no nos hemos liberado todavía. Los
raigones de la feudalidad están intactos. Su subsistencia es responsable, por
ejemplo del retardamiento de nuestro desarrollo capitalista (el subrayado
es mío)”[13].
Bajo estas circunstancias la “transformación
de nuestra economía de feudal en burguesa”, proceso impulsado especialmente por
la explotación del guano y el salitre, modificó de hecho la dualidad histórica
pre- existente, pero sin liquidarla de tal modo que, junto al grave problema
histórico que significaba la feudalidad y el dualismo entre lo indio y lo
español, se desarrollaría la economía burguesa dando lugar a la coexistencia de
esta con la economía heredada del colonialismo español.
Y en efecto, Mariátegui concluyendo el
análisis que hizo de la evolución de la economía peruana para revelar su “carácter actual”, apunta lo que él considera “una
constatación final”, esto es, la “coexistencia” de tres economías bajo dos
regímenes distintos, por un lado el régimen burgués que da la impresión de una
“economía retardada” y por otro un régimen feudal que “nacido de la conquista”
mantiene “subsistentes” “algunos rasgos vivos de la economía comunista
indígena”[14].
La
economía capitalista y los nuevos términos del dualismo
Aquí, aunque parezca reiterativo, es
necesario destacar el significado que tiene, dentro del pensamiento de
Mariátegui, la denominada “coexistencia” de dos economías o regímenes
económicos. Ocurre que, como reiteradamente lo señala el Amauta, aquí en el
Perú, a diferencia de lo que ocurrió en otros países, principalmente dentro de
la historia europea, donde la economía burguesa y la burguesía liquidaron el
viejo régimen para poder avanzar en la vía del capitalismo, eso no sucedió en
el Perú[15].
Aquí, la burguesía, sin las aptitudes
y el espíritu que hubiese permitido impulsar el desarrollo de una economía
burguesa, a lo que se sumaba la existencia “extra-social” del indígena, no
permitieron que se desarrollara la contradicción entre quienes representaban la
feudalidad y el capitalismo[16].
Por ello Mariátegui, observando nuestras particularidades históricas, se
referiría a la “coexistencia” y no a esa contradicción que históricamente en
otras partes había dado lugar a la revolución burguesa, a la liquidación de la
feudalidad.
Y ¿Por qué Mariátegui no se refirió a
una doble dualidad, a la dualidad surgida de la feudalidad colonial y a la
dualidad que genera el impulso del capitalismo? Porque en lo que corresponde a
la dualidad entre lo español y lo indígena, entre una economía feudal y una
economía socialista (primitiva), luego de la destrucción de la organización
inkaica y con la instauración del feudalismo que consintieron el trabajo servil
y el esclavo, inclusive, solo quedaron, “residuos” de lo que fue la “economía
socialista” que había caracterizado la organización social Inkaica.
En este sentido, la economía
socialista indígena eran solo elementos, residuos no equiparables a una
economía que se organizaba bajo los patrones o la teoría y prácticas
medioevales. Mientras el capitalismo era una economía que se consolidaba en la
costa, en la sierra la feudalidad permanecía intocada y con ella elementos de
la economía socialista, sobreviviente en las comunidades indígenas.
Tomando en consideración estos
hechos, Mariátegui diría que, dentro de la formación económica del país,
coexistían “elementos de tres economías diferentes” uno de ellos, el de la
economía comunista indígena, sus “residuos”, subsistían “bajo un régimen
feudal”. Desde luego, después de la conquista y el colonialismo, con la
destrucción del Imperio inkaico, los residuos dispersos de su economía no constituían
una economía en el mismo sentido que las economías que pasaron a ser dominantes;
la feudal y la capitalista.
En relación con esto último, cuando
Mariátegui analiza la sobrevivencia de las comunidades indígenas manteniendo
sus tradiciones colectivistas, estas, las que se salvaron del despojo de sus
tierras para formar los latifundios, en efecto subsistieron, pero como parte de
la “maquinaria administrativa y fiscal” del colonialismo español y “dentro de
un régimen de servidumbre”, esto, es dentro del régimen económico impuesto por
la feudalidad.
Ciertamente y esto lo advierte
Mariátegui, la convivencia entre el comunismo agrario del “ayllu” [la comunidad
indígena], una vez destruido el imperio inkaico, no era incompatible con el uno
ni con el otro”. Es más, “el régimen medioeval, teórica y prácticamente,
conciliaba la propiedad feudal con la propiedad comunitaria”[17]. En conclusión, el proceso por el cual, en el capítulo dominado por la explotación del guano, nuestra economía se transforma, de feudal en burguesa, sin liquidar el régimen feudal, cambió la fisonomía de la dualidad originada con la conquista y el colonialismo español. Ese cambio no supuso otra cosa que la convivencia entre la feudalidad, cuyas raíces se mantuvieran intactas junto con los restos del comunitarismo indígena, y el capitalismo que se consolidaba bajo el ímpetu de los Imperios capitalistas de Inglaterra y EEUU de Norteamérica.
Esto es lo que sostiene Mariátegui
sobre el dualismo de la sociedad peruana desde una visión histórica en la que
le da lugar protagónico a clases sociales, destacando en particular las
características de una burguesía incompetente para cancelar el pasado e
impulsar, en esa etapa, una nueva economía, una nueva sociedad, una nación que
no prescinda del indígena y su cultura, base de nuestra nacionalidad.
La
acentuación del dualismo feudal-colonial y la consolidación del capitalismo.
Aclaradas las diferencias entre la
dualidad como problema histórico surgido de la conquista y la colonial y la
dualidad que emerge con el desarrollo del capitalismo en la República, cabe
ahora responder a otra pregunta: ¿En qué sentido, con el colonialismo en su
fase capitalista-imperialista, “se acentuaron –según Mariátegui- el dualismo y
el conflicto que hasta ahora constituyen nuestro mayor problema histórico”? Siguiendo
el estudio de las obras de Mariátegui considero que, por lo menos, hay dos hechos
que, debidamente sustentados por él, dan respuesta a la pregunta planteada:
Primero, el hecho incuestionable de
que tanto la independencia, como la república, no significaron la cancelación
del régimen feudal heredado del colonialismo español, esto es, del dualismo
histórico que implicaba el dominio del terrateniente feudal sobre los restos de
la civilización indígena. Más bien, como lo sostuviera Mariátegui, analizando el
proceso independentista republicano, la feudalidad mantuvo intacto su poder o
sus poderes sobre el indígena:
La
Revolución de la Independencia no constituyó, como se sabe, un movimiento
indígena. La promovieron y usufructuaron los criollos y aún los españoles de
las colonias. […] El programa liberal de la Revolución comprendía lógicamente la
redención del indio, consecuencia automática de sus postulados igualitarios. Y
así, entre los primeros actos de la República, se contaron varias leyes y
decretos favorables a los indios. Se ordenó el reparto de tierras, la abolición
de los trabajos gratuitos etc.; pero no representando la revolución en el Perú
el advenimiento de una nueva clase dirigente, todas estas disposiciones
quedaron solo escritas, faltas de gobernantes capaces de actuarlas. La
aristocracia latifundista de la Colonia dueña del poder conservó intactos sus
derechos feudales sobre la tierra y por consiguiente sobre el indio ( el
subrayado es mío)[18].
Por lo demás, durante el período
republicano, lejos de debilitarse el poder de la clase terrateniente, heredera
del colonialismo feudal español, este se fortaleció y extendió, se acentuó, no solo por un nuevo y
mayor despojo de las tierras de las comunidades sino porque, tras el poder de
esa clase, tuvo lugar el gamonalismo, fenómeno a partir del cual el
terrateniente sobrepuso, a las leyes de la república, sus propias leyes.
En este sentido, examinando la
“política de desvinculación de la propiedad agraria, impuesta por los
fundamentos la República”, Mariátegui sostuvo que:
Se inauguró así un régimen que,
cualquiera que fuesen sus principios, empeoraba en cierto grado la condición de
los indígenas en vez de mejorarla. Y esto no era culpa del ideario que inspiraba
la nueva política y que rectamente aplicado, debía haber dado fin al dominio
feudal de la tierra…La nueva política
abolía formalmente las “mitas”, encomiendas, etc. […] Pero como, de
otro lado dejaba intactos el poder y la fuerza de la propiedad feudal,
invalidaba sus propias medidas de protección de la pequeña propiedad y del
trabajador de la tierra.
La aristocracia terrateniente, si no sus privilegios de principio,
conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú la clase dominante
(los subrayados son míos). La revolución no había elevado al poder a
una nueva clase. La burguesía profesional y comerciante era muy débil para
gobernar. La abolición de la servidumbre, no pasaba, por esto de ser una
declaración teórica. Porque la revolución no había tocado el latifundio[19].
En la misma tónica, señalando el
agravamiento de las condiciones en que se desarrollaban los restos de la raza y
cultura indígena, hace responsable de ello a la “feudalidad criolla”:
A la República le tocaba elevar la condición del indio. Y
contrariando este deber, la República ha pauperizado al indio, ha agravado
su depresión y ha exasperado su miseria. La República ha significado para
los indios la ascensión de una nueva clase dominante que se ha apropiado
sistemáticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y alma agrarias, como
la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolución material
y moral. […] La feudalidad criolla se ha comportado a este respecto, más
ávida y duramente que la feudalidad española (el subrayado es mío)[20].
Dentro de
esta lógica Mariátegui, revisando el “problema del indio”, pudo advertir cómo
el terrateniente criollo llegó a generar un poder mucho más amplio, del que ya
tenía, a través del gamonalismo. Sostuvo al respecto lo siguiente:
El “gamonalismo” invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de
protección indígena. El hacendado, el latifundista es un señor feudal. Contra
su autoridad, sufragada por el ambiente y el hábito, es impotente la ley
escrita. El trabajo gratuito está prohibido por ley y, sin embargo, el trabajo
gratuito y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. El Juez, el subprefecto,
el comisario, el maestro, el recaudador están enfeudados a la gran propiedad.
La ley no puede prevalecer contra los
gamonales[21].
Dicho todo
esto, no cabe duda entonces que Mariátegui, al referirse al modo en que se
acentuó el dualismo producto de la conquista y el colonialismo español, demuestra,
en efecto, que la dualidad entre lo español y lo indígena, entre el régimen
feudal impuesto por el colonialismo español y los restos de la civilización Inka, se agudizaron tras el mayor
despojo de tierras de los indígenas por parte de la “feudalidad criolla” y el nuevo
y mayor poder del terrateniente “criollo” expresado en el “gamonalismo”[22].
Segundo, otro hecho
que destaca Mariátegui para afirmar que en el período republicano se acentuó el
dualismo heredado del colonialismo español es que la economía, sujeta en esa
etapa al desarrollo mundial del poder imperial de Inglaterra y EEUU, mantuvo y
extendió, para sus propios fines, el prejuicio racial que le sirvió, al igual
que a los españoles, para justificar la explotación del blanco sobre las razas
de color, entre ellas la del indio.
Al respecto, Mariátegui sostuvo que
el capital imperialista, incapaz de edificar “una economía emancipada de las
taras feudales” aprovechaba “el prejuicio de la inferioridad de la raza
indígena” que le permitía “una explotación máxima de esta raza” y, por tanto,
no estaba “dispuesto a renunciar a esta ventaja, de la que tantos provechos
obtiene.[…] Para el imperialismo yanqui o inglés, el valor económico de estas
tierras sería mucho menor si no poseyesen una población indígena atrasada y
miserable a la que, con el concurso de las burguesías nacionales, es posible
explotar extremadamente”[23].
A propósito de esto, no debe
olvidarse que, en el trabajo de las plantaciones azucareras y algodoneras de la
costa, si bien se utilizaban las técnicas de producción capitalista, la
explotación de la mano de obra indígena no era la del “asalariado libre”. Precisamente,
cuando Mariátegui analiza el desarrollo de la agricultura de la costa bajo las
técnicas capitalistas, precisa que este tipo de explotación “reposa aún sobre
prácticas y principios feudales”[24]
cuestión explicable por las características del “latifundista costeño” que actúa
bajo “los sentimientos del aristócrata medioeval y del colonizador blanco, saturados de prejuicios de raza”[25].
Luego y para una mayor ilustración, Mariátegui,
detallando las condiciones en que se desenvuelve el jornalero agrícola en la
costa sostuvo que:
El Yanaconazgo y el enganche no son la única expresión de métodos más
o menos feudales en la agricultura costeña. El ambiente de la hacienda se
mantiene íntegramente señorial. Las leyes del Estado no son válidas en el
latifundio. […] [El propietario]
considera prácticamente a su latifundio fuera de la potestad del Estado, sin
preocuparse de los derechos civiles de la población que vive dentro de los
confines de su propiedad. Cobra arbitrios, otorga monopolios, establece
sanciones contrarias siempre a la libertad de los braceros y sus familias […] Y
con frecuencia las rancherías que alojan a la población obrera, no difieren
grandemente de los galpones que albergaban a la población esclava[26].
Por cierto, las condiciones del
indígena en la minería no eran mucho mejores. Aunque allí ya se había
establecido el trabajo asalariado, las empresas hacían caso omiso de la legislación
sobre la jornada laboral, los accidentes de trabajo y el derecho de sindicalización,
cuestiones que, aunadas al sistema de contratistas para la labor en los
socavones, condujo a la histórica catástrofe de Morococha. Esto era más grave
allí donde el gamonalismo dominante se “encargaba del reclutamiento forzoso de
los indios” como ocurría en Cotabambas, Apurímac[27].
Pero la gravedad del prejuicio
racial, durante la república ya no alcanzó solamente al indio, también afectó a
otras razas, la raza negra que hasta el gobierno de Castilla fue esclavizada, al
culi chino que, igualmente, trabajó como esclavo en las islas guaneras y, es
más, los indígenas de la selva que, a raíz de la explotación del caucho, fueron
sometidos a “los más bárbaras y criminales procedimientos esclavistas”[28].
Por esta razón, aun cuando el
problema del indio era el principal, el sometimiento de otras razas a quienes
se consideraban de la raza blanca, superiores a las de color, daría lugar a
plantear el problema del indio dentro del problema de las razas. Es así que
reconociendo el valor económico que tenía la cuestión de las razas en el mejor
aprovechamiento de nuestras riquezas por el imperialismo, consideraba
especialmente grave el hecho de que esta situación impedía, además, las luchas
por una real y efectiva emancipación del poder foráneo, colonial:
La
raza tiene, ante todo, esta importancia en la cuestión del imperialismo. Pero
también tiene otro rol, que impide asimilar el problema de la lucha por la
independencia nacional, en los países de América Latina con fuerte porcentaje
de población indígena, al mismo problema en el Asia o el África. Los
elementos feudales o burgueses, en nuestros países, sienten por los indios como
por los negros y mulatos, el mismo desprecio que los imperialistas blancos.
El sentimiento racial actúa en esta clase dominante en un sentido absolutamente
favorable a la penetración imperialista.
Entre el señor o el burgués criollo y sus peones de color, no hay nada
de común. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad de raza o de
prejuicio, para hacer de las burguesías nacionales instrumentos dóciles del
imperialismo yanqui o británico. Y este sentimiento se extiende a gran parte de
las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía en el desdén
por la plebe de color, […][29]
En suma, durante la república y bajo
el colonialismo económico que impone el imperialismo de Inglaterra y EEUU, se
agrava ese dualismo por el cual los “blancos”, imperialistas, burgueses, clases
medias etc. utilizan el prejuicio racial
para la mejor y mayor explotación del indígena, pero, en un contexto donde,
además, además, son explotadas otras razas de “color”. La dualidad, dentro de
la feudalidad criolla, lejos de desaparecer por el desarrollo y consolidación
del capitalismo, acentúa esta situación, sacando provecho del racismo al que no
son extraños ni el imperialismo, ni la burguesía nacional. De este modo se
produce lo que dentro de la República constata Mariátegui, la dualidad y coexistencia
entre la feudalidad y el capitalismo.
[1]
Véase: CAFFERATA, F. Alfredo. 6/08/2017. “El Dualismo de la Sociedad Peruana:
La Tesis de Mariátegui”. Cátedra Libre de
Sociología, Política y Derecho. Consulta:
Lima, 22/09/17. < http://catedralibredesociologia.blogspot.pe/>
[2]
MARIÁTEGUI, José Carlos. 957. “Esquema de la Evolución Económica”. En: 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad
Peruana. Lima. Edit. Amauta. Pág. 18.
[3]
Ídem. Págs. 12 y 13
[4]
Ídem. Págs. 15 y 16
[5]
Ídem. Pág. 17
[6]
Ídem. Pág. 18
[7]
Ídem. Págs. 16-17
[8]
Ídem. Pág. 18
[9]
Ídem. Pág. 17
[10]
Ibídem.
[11]
Ídem. Págs. 18-19
[12]
Ídem. Pág. 18
[13]
MARIÁTEGUI, José Carlos. 1957. “El Problema de la Tierra”. En: Óp. Cit. Pág.44
[14]
MARIÀTEGUI, José Carlos. “Esquema de la Evolución Económica”. Óp. Cit. Págs. 22
y 23
[15]
Al respecto, Mariátegui, en “El proceso de la Literatura” sostuvo que “el
dualismo quechua-español no resuelto aún, hace de la literatura nacional un
caso excepcional que no es posible estudiar con el método válido para las
literaturas orgánicamente nacionales, nacidas y crecidas sin la intervención de
una conquista. Nuestro caso es diverso del de aquellos pueblos de América,
donde la misma dualidad no existe, o existe en términos inocuos” (El
subrayado es mío). Óp. Cit. Pág. 204.
[16]
MARIÁTEGUI, José Carlos. “El Problema de la Tierra”. Óp. Cit. Págs. 56-57
[17]
Ídem. Págs. 53-55
[18]
MARIÀTEGUI, J.C. “Sumaria Revisión
Histórica”, nota de pie de página de “El Problema del Indio”. Óp. Cit.
Pág. 30
[19]
MARIÁTEGUI, J.C. Óp. Cit. Pág. 58
[21]
Ídem. Págs. 33 y 34
[22]
[22]
Algunos han creído ver en el “robustecimiento de la burguesía peruana” y “la
declinación de los apellidos virreinales”, cuestión reconocida por Mariátegui al
examinar la “consolidación del capitalismo y una burguesía”, que la clase
terrateniente quedaba atrás. No se percatan que, según el Amauta, mientras se
robustecía esa burguesía, se mantuvo intacto el poder de la clase
terrateniente. No hubo una sola lógica de dominación, la del capitalismo
imperialista pues esta, tal como lo expone y demuestra Mariátegui, “coexistió
con la que correspondía a la acentuación de la feudalidad criolla” motivo por
el cual la raza y cultura “indígena” siguió sometida a condiciones de
servidumbre bajo el dominio del terrateniente y el gamonalismo. Véase al
respecto lo que sostiene Aníbal Quijano sobre este aspecto del pensamiento de
Mariátegui negando la tesis del dualismo histórico. QUIJANO, Aníbal. 1981. Reencuentro y Debate: Una Introducción a Mariátegui. Lima. Mosca
Azul Editores. Págs., 81-83
[23]
MARIÁTEGUI, José Carlos.1975. “El Problema de las Razas en América Latina”. En:
Ideología y Política. Lima. Edit.
Amauta. Págs. 25-26
[24]
MARIÁTEGUI, J.C. “El Problema de la Tierra”. Óp.
Cit. Pág. 65
[25]
Ídem. Pág. 76
[26]
Ibídem.
[27]
MARIÁTEGUI, J.C. “EL Problema de las Razas en América Latina”. Óp. Cit. Pág. 37
[28]
Ídem. Pág. 39. Específicamente sobre el culi chino y el
tipo de explotación a que fue sometido en la extracción del guano en la costa,
puede verse: MENDEZ, Cecilia. 1987. “La Otra Historia del Guano 1840-1879”. En:
Revista Andina, Cuzco, Año 5
-Estudios y Debates Nº1, Julio 1987. Consulta: 22/08/ 2017. < http://www.revistaandinacbc.com/wp-content/uploads/2016/ra09/ra-09-1987-01.pdf>
[29]
Ídem. Pág. 27
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