jueves, 17 de julio de 2014

DE COMO SE EXCLUYE A LAS COMUNIDADES CAMPESINAS DE LA CONSULTA PREVIA Y EL CONVENIO 169 – Parte II

 El pensamiento social sobre las comunidades campesinas y su falseamiento

Una finalidad fundamental del Convenio 169, al codificar los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, es la protección del derecho que estos tienen sobre el territorio que poseen ancestralmente a fin de preservar su  sobrevivencia e identidad cultural. En este marco, el derecho a la consulta previa no tiene otro objeto que el de garantizar la participación efectiva de ese tipo de población en las decisiones que les afecten y, en el caso del Perú, especialmente con la política gubernamental que autoriza el desarrollo de las actividades mineras y similares en los territorios que ocupan las comunidades campesinas y nativas.  

Es en estas circunstancias que, entre quienes promueven la inversión minera, hay un sector que por todos los medios posibles, conocedores de que la mayor riqueza mineral se encuentra principalmente en la región andina, tratan de desconocer que las comunidades campesinas que ocupan buena parte de ese territorio son  social y culturalmente pueblos indígenas cuyos derechos fundamentales están amparados por la Constitución vigente y el citado Convenio 169.


Según el Econ. Cabrera las comunidades andinas no  son pueblos culturalmente distintos al resto del país y por tanto no cabe diálogo intercultural o la aplicación del derecho a la consulta previa.  
Una muestra de ello, no la única por cierto[1], es el trabajo del economista Cesar Humberto Cabrera, el mismo que luego de una interpretación falaz del Convenio 169[2] no duda en tergiversar el pensamiento social de Manuel Gonzales Prada, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui para sostener que estos, a comienzos del siglo XX, al pronunciarse y estudiar el problema del indio y de las comunidades indígenas, en ningún caso afirmaron que esto fuera parte de un problema étnico o cultural.

Es más, sostiene que conforme a lo planteado, a ninguno de los citados estudiosos de la realidad peruana se les hubiese ocurrido plantear la necesidad de un diálogo intercultural entre el gobierno y las comunidades –léase derecho a la consulta previa- para, en este caso, autorizar las inversiones o proyectos mineros que pudieran afectar sus territorios o su cultura.

Como el citado economista Cesar Humberto Cabrera, dedica la mayor parte de su análisis a las tesis de Mariátegui afirmando inclusive que su apreciación sobre el problema del indio y las comunidades tiene una vigencia que llega a nuestro siglo, lo que sigue a continuación es el análisis del modo en que éste, tergiversando a  Mariátegui, sostiene que no existe la pluralidad cultural en virtud de la cual las comunidades tendrían derecho a la consulta previa.

Las Tesis de Mariátegui según Humberto Cabrera

En efecto, según el citado economista, José Carlos Mariátegui, reconocido por expresar desde el punto de vista socialista la problemática del indio en los primeros decenios del siglo XX[3], habría sostenido que:

[El] “llamado problema del indio […] era económico y social, en ningún caso étnico y cultural [el subrayado es mío]. Consideraba que “lo único casi [sic] que sobrevive del Tahuantinsuyo es el indio. La civilización ha perecido; no ha perecido la raza” […] también explicó que el problema del indio y el problema de la tierra…se reducen a un único problema…” esto es el problema de la tierra.

Más adelante, atribuyendo al Amauta una visión racista del problema indígena, sostiene que como “ha ocurrido en los 85 años desde que Mariátegui reflexionó sobre el tema”:

[...]el Perú era ya un país que combinaba lo indígena y lo español, con predominancia de lo último como fue reconocido hasta inicios de la década del 90 del siglo XX. Racialmente [el subrayado es mío] el indio era el componente esencial con aportes blancos y negros y, en menor medida, chinos y japoneses.  

Enseguida, siguiendo esa “interpretación”, sostiene que el indio al ser parte de “una nacionalidad en formación” y mayoritario demográficamente, “sea si vive en el campo o la ciudad” resulta ilógico sostener que los indígenas, la mayoría nacional, ahora en el medio urbano, mantengan un diálogo intercultural con el resto de indígenas que habitan en las comunidades campesinas.

Luego, para que no quede duda de que este discurso es parte de los “planteamientos centrales de Mariátegui” afirma de modo categórico que a este “jamás se le hubiera ocurrido plantear un diálogo intercultural entre la sociedad y el Estado peruano y los indígenas andinos, que viven en comunidades campesinas”.  

Lo que Mariátegui sostuvo sobre las comunidades campesinas

Indudablemente habría que ignorar la copiosa literatura que se ha dedicado al análisis de las tesis del Amauta sobre el problema indígena y las comunidades andinas para no reconocer la grosera tergiversación en que incurre el economista Cesar Cabrera para tratar de fundamentar, en base a ello, el desconocimiento de los derechos de las comunidades campesinas en relación con la expansión de las actividades mineras sobre los territorios que les pertenecen.

Al respecto, aunque pudiera parecer ocioso, siguiendo lo expuesto por el referido “experto” cabe aclarar y recordar lo que sostuvo realmente Mariátegui:

1° En cuanto a la naturaleza socio-económica que Mariátegui le atribuye al problema del indio, cabe destacar que en ningún caso esto significó desconocer la connotación cultural del tema indígena. Tanto es así que poniendo en juego su punto de vista socialista respecto de “quienes ignoran o eluden a este como problema económico social” sostiene en efecto que “la cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en la propiedad de la tierra”[4] pero, al mismo tiempo, haciendo una “Sumaria Revisión Histórica” del problema del indio afirma lo siguiente:

En una raza de costumbre y alma agrarias, como la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolución material y moral. La tierra siempre ha sido la alegría del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que “la vida viene de la tierra” y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesión de la tierra que sus manos labran y fecundan religiosamente[5].

Esta alusión a la costumbre, al espíritu indígena, a su especial vínculo con la tierra, es desde luego la visión que Mariátegui tenía de la cultura que había sobrevivido al despojo colonial y su continuación bajo la expansión del latifundio, el gamonalismo y la servidumbre en  la República.

En ese marco histórico, al tratar el tema de las comunidades indígenas y el especial modo en que es despojada de sus tierras, ora por el liberalismo, ora por la feudalidad, plantea la tesis de que la sobrevivencia de la comunidad se debe en gran parte a “la vitalidad del comunismo indígena que impulsa invariablemente a los aborígenes a variadas formas de cooperación y asociación” cuestión que reafirma al señalar que:

[…} por esto en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han extinguido los vínculos del patrimonio y trabajo comunitarios, subsisten aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión empírica de su espíritu comunista. La comunidad corresponde a ese espíritu” (El subrayado es mío)[6].

Es tan importante este concepto en Mariátegui que, rompiendo con los esquemas marxistas de su tiempo, con la III Internacional, incorpora en el Programa del recién constituido Partido Socialista la idea de que en las comunidades, dentro de una solución socialista al problema de la tierra, “quedan como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos indígenas”[7].

Al respecto, vale la pena recordar que para Alberto Flores Galindo, citando a Ricardo Martínez de la Torre, este episodio en la vida y obra de Mariátegui no constituye “en absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de reconstrucción” o la pretensión de “imponer el colectivismo a diestra y siniestra sino simplemente desarrollarlo donde existían bases materiales.” Por otro lado, agrega Flores Galindo, “es significativo […] que en el programa [del partido socialista] se asociaran las reivindicaciones económicas con los problemas culturales (los subrayados son míos), como parte de un mismo proceso”[8].    

En consecuencia, es absolutamente falso que Mariátegui al sostener que el problema del indio, incluidas las hoy llamadas comunidades campesinas, es un problema económico social haya afirmado, al mismo tiempo, que este problema “en ningún caso era étnico o cultural”. Al contrario, relevando el tema económico en oposición a quienes desconocían este aspecto fundamental del problema indígena, no deja de aludir a la importancia que tiene históricamente la forma en que culturalmente sobrevive la organización comunal, el “comunismo indígena”, a pesar del sometimiento colonial y del medio asfixiante que supuso el desarrollo del latifundio, la servidumbre y el gamonalismo en el período republicano.

2° En cuanto a la supuesta visión racista del problema del indio y de las comunidades indígenas esto es otra tergiversación más que realiza Cesar Humberto Cabrera sobre la obra de Mariátegui. Precisamente sobre este particular, Roland Forgues, quien revisa el uso de los conceptos de raza, etnia y clase social en el pensamiento de Mariátegui descarta categóricamente cualquier cercanía de este con una visión racista del problema indígena y del mestizaje. Citando al Amauta señala lo siguiente:

La suposición de que el problema indígena es un problema étnico, se nutre del más envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvió al occidente blando para su obra de expansión y conquista” Se trata de un fenómeno determinado fundamentalmente por motivos políticos y económicos.

Rechazará en consecuencia la idea del mestizaje racial[…] “Esperar la emancipación indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos, es una ingenuidad antisociológica, concebible solo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos” y muestra además que se trata de un falso problema: “Los pueblos asiáticos, a los cuales no es inferior en un ápice el pueblo indio, han asimilado admirablemente la cultura occidental, en lo que tiene de más dinámico y creador, sin transfusiones de sangre europea”. Pues el mestizaje se resume para él en la capacidad de un pueblo de asimilar las técnicas de otros pueblos históricamente más adelantados sin perder su propia identidad cultural. De esta capacidad depende su sobrevivencia[9].

Por eso el problema indígena, en la visión de Mariátegui, no puede ser visto a partir de quienes demográficamente o conforme a los censos que tomaban  en cuenta el factor racial pertenecían al grupo indígena. Lo que cuenta en el problema indígena, no es la raza, sino el problema por el cual, la tierra a la que están especialmente vinculados para su sobrevivencia económica y cultural, les ha sido arrebatada por el latifundio que, a la vez, con la fuerza del gamonalismo, impide su desarrollo.

En esa línea de pensamiento, Mariátegui considerando el desarrollo de la economía capitalista y la subsistencia de la comunidad bajo un régimen feudal “nacido de la conquista”  no solo advierte sobre el hecho histórico de que “el régimen medioeval, teórica y prácticamente conciliaba la propiedad feudal con la propiedad comunitaria”  , sino que, a la vez, sostuvo que las comunidades, en ese entonces denominadas indígenas, por la subsistencia de sus formas de cooperación, lograban aprovechar a su favor y sin perder su identidad los avances de la economía capitalista.

Precisamente, sobre esto último, Mariátegui, citando la obra de Hildebrando Castro Pozo y el modo en que la Comunidad de Muquiyauyo, aprovechando el desarrollo de la tecnología capitalista, se había convertido espontáneamente en una “cooperativa”, dueña de una planta eléctrica en las orillas del Mantaro que proporcionaba “luz y fuerza motriz para pequeñas industrias a los distritos de Jauja, Concepción, Mito, Muqui, Sincos, Huaripampa y Muquiyauyo”, sostiene que este proceso “ha transformado [a la comunidad] en la institución comunal por excelencia ; en la que no se ha relajado sus costumbres indígenas, y antes bien han aprovechado de ellas para llevar a cabo la obra de la empresa; […]

Esta tesis sería confirmada y enriquecida más tarde por los trabajos antropológicos de José María Arguedas,  “La sierra en el proceso de la cultura peruana” y “La Evolución de las Comunidades Indígenas”, tomando como referencia en este último caso a las comunidades del valle del Mantaro impactadas por el desarrollo de la minería y el comercio.[10].


El mestizaje cultural como en el caso de los danzantes de tijera, creación de los pueblos andinos de Huancavelica y Ayacucho, enriquece la cultura andina y su identidad. 
En buena cuenta, no hay nada en el pensamiento de Mariátegui que  permita afirmar que el problema de las comunidades indígenas, hoy denominadas campesinas, no son parte de una realidad pluricultural o multicultural[11] que, en las actuales circunstancias, exija la aplicación del derecho a la consulta previa previsto en el Convenio 169 para proteger la propiedad comunal y los especiales vínculos que estos pueblos tienen con ella. 

En todo caso, me atrevo a sostener que la tergiversación efectuada sobre el pensamiento de Mariátegui para fundamentar, a favor de los intereses de la inversión minera, el desconocimiento de los derechos fundamentales de los hombres y mujeres de las comunidades campesinas de la sierra peruana, es la expresión de un sector de “expertos” que tratan de traducir en “fundamentos teóricos” lo que piensa un sector de la derecha peruana que periodistas como Juan Carlos Tafur y Augusto Álvarez Rodrich han denominado como la Derecha Bruta y Achorada[12].



[1] Cfr. CAFFERATA, Alfredo. 2014. “La Derecha (¿DBA?) y la Consulta Previa” En: CAFFERATA, Alfredo. Política Minera, Derechos Humanos y Democracia. Lima. Cátedra Libre de Sociología, Política y Derecho. Págs. 41-42. Consulta 08/07/2014. http://catedralibredesociologia.blogspot.com/
[2] Cfr. CAFFERATA, Alfredo. 02/06/2014. “DE COMO SE EXCLUYE A LAS COMUNIDADES CAMPESINAS DE LA CONSULTA PREVIA Y EL CONVENIO 169 – Parte I”. Cátedra Libre de Sociología, Política y Derecho. Consulta 08/07/2014. http://catedralibredesociologia.blogspot.com/ 
[3] Cfr. CAFFERATA F. Alfredo. 1995. La Teoría sobre comunidades campesinas en el Perú. Una visión Crítica de su Historia. Lambayeque. Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales y Educación. Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. 
[4] MARIÁTEGUI, José Carlos. 1957. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Quinta edición. Lima. Empresa Editora Amauta. Pág. 31.
[5] Ídem. Pág. 30.
[6] Ídem. Págs. 70-71
[7] MARTINEZ DE LA TORRE, Ricardo. s/f. Apuntes para una interpretación marxista de Historia Social del Perú. Tomo II. Reproducción de la UNMSM. Lima. Pág. 400
[8] FLORES G., Alberto. 1980. La Agonía de Mariátegui. La Polémica con la Komintern. Lima. DESCO. Pág. 51.
[9] FORGUES, Roland. 1995. MARIÁTEGUI, la Utopía Realizable. Lima. Edit. Amauta. Págs. 47-48
[10] CAFFERATA F. Alfredo. 2005.  JOSE MARIA ARGUEDAS. Comunidades campesinas y el aporte antropológico arguediano.  Lima. Talleres Tipográficos. Págs. 80-84
[11] Sobre pluralidad y multiculturalismo véase: SARTORI, Giovanni. 2001. La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. Madrid. Taurus.
[12] CAFFERATA F. Alfredo.  “La Derecha (¿DBA?) y la Consulta Previa.” EN: Política Minera, Derechos Humanos y Democracia. Artículos sobre la Política Minera en el Perú: Período 2009-2013..Pags 41-42