El pensamiento
social sobre las comunidades campesinas y su falseamiento
Una finalidad fundamental del Convenio 169, al codificar los
derechos fundamentales de los pueblos indígenas, es la protección del derecho
que estos tienen sobre el territorio que poseen ancestralmente a fin de
preservar su sobrevivencia e identidad
cultural. En este marco, el derecho a la consulta previa no tiene otro objeto
que el de garantizar la participación efectiva de ese tipo de población en las
decisiones que les afecten y, en el caso del Perú, especialmente con la
política gubernamental que autoriza el desarrollo de las actividades mineras y
similares en los territorios que ocupan las comunidades campesinas y nativas.
Es en estas circunstancias que, entre quienes promueven la inversión
minera, hay un sector que por todos los medios posibles, conocedores de que la
mayor riqueza mineral se encuentra principalmente en la región andina, tratan
de desconocer que las comunidades campesinas que ocupan buena parte de ese
territorio son social y culturalmente
pueblos indígenas cuyos derechos fundamentales están amparados por la
Constitución vigente y el citado Convenio 169.
Una muestra de ello, no la
única por cierto[1], es
el trabajo del economista Cesar Humberto Cabrera, el mismo que luego de una
interpretación falaz del Convenio 169[2]
no duda en tergiversar el pensamiento social de Manuel Gonzales Prada, Víctor
Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui para sostener que estos, a
comienzos del siglo XX, al pronunciarse y estudiar el problema del indio y de
las comunidades indígenas, en ningún caso afirmaron que esto fuera parte de un
problema étnico o cultural.
![]() |
Según el Econ. Cabrera las comunidades andinas no son pueblos culturalmente distintos al resto del país y por tanto no cabe diálogo intercultural o la aplicación del derecho a la consulta previa. |
Es más, sostiene que conforme a lo planteado, a ninguno de los
citados estudiosos de la realidad peruana se les hubiese ocurrido plantear la
necesidad de un diálogo intercultural entre el gobierno y las comunidades
–léase derecho a la consulta previa- para, en este caso, autorizar las
inversiones o proyectos mineros que pudieran afectar sus territorios o su
cultura.
Como el citado economista Cesar Humberto Cabrera, dedica la mayor
parte de su análisis a las tesis de Mariátegui afirmando inclusive que su
apreciación sobre el problema del indio y las comunidades tiene una vigencia
que llega a nuestro siglo, lo que sigue a continuación es el análisis del modo
en que éste, tergiversando a Mariátegui, sostiene que no existe la
pluralidad cultural en virtud de la cual las comunidades tendrían derecho a la
consulta previa.
Las Tesis de Mariátegui según Humberto Cabrera
En efecto, según el citado economista, José Carlos Mariátegui,
reconocido por expresar desde el punto de vista socialista la problemática del
indio en los primeros decenios del siglo XX[3],
habría sostenido que:
[El] “llamado problema del
indio […] era económico y social, en ningún caso étnico y cultural [el
subrayado es mío]. Consideraba que “lo único casi [sic] que sobrevive del
Tahuantinsuyo es el indio. La civilización ha perecido; no ha perecido la raza”
[…] también explicó que el problema del indio y el problema de la tierra…se
reducen a un único problema…” esto es el problema de la tierra.
Más adelante, atribuyendo al Amauta una visión racista del problema
indígena, sostiene que como “ha ocurrido en los 85 años desde que Mariátegui
reflexionó sobre el tema”:
[...]el Perú era
ya un país que combinaba lo indígena y lo español, con predominancia de lo
último como fue reconocido hasta inicios de la década del 90 del siglo XX. Racialmente
[el subrayado es mío] el indio era el componente esencial con aportes blancos y
negros y, en menor medida, chinos y japoneses.
Enseguida, siguiendo esa
“interpretación”, sostiene que el indio al ser parte de “una nacionalidad en formación” y mayoritario demográficamente, “sea si vive en el campo o la
ciudad” resulta ilógico sostener que los indígenas, la mayoría nacional, ahora
en el medio urbano, mantengan un diálogo intercultural con el resto de
indígenas que habitan en las comunidades campesinas.
Luego, para que no quede duda de que este discurso es parte de los
“planteamientos centrales de Mariátegui” afirma de modo categórico que a este
“jamás se le hubiera ocurrido plantear un diálogo intercultural entre la
sociedad y el Estado peruano y los indígenas andinos, que viven en comunidades
campesinas”.
Lo que Mariátegui sostuvo sobre las
comunidades campesinas
Indudablemente habría que ignorar la copiosa literatura que se ha
dedicado al análisis de las tesis del Amauta sobre el problema indígena y las
comunidades andinas para no reconocer la grosera tergiversación en que incurre
el economista Cesar Cabrera para tratar de fundamentar, en base a ello, el
desconocimiento de los derechos de las comunidades campesinas en relación con
la expansión de las actividades mineras sobre los territorios que les
pertenecen.
Al respecto, aunque pudiera parecer ocioso, siguiendo lo expuesto
por el referido “experto” cabe aclarar y recordar lo que sostuvo realmente
Mariátegui:
1° En cuanto a la naturaleza socio-económica que Mariátegui le
atribuye al problema del indio, cabe destacar que en ningún caso esto significó
desconocer la connotación cultural del tema indígena. Tanto es así que poniendo
en juego su punto de vista socialista respecto de “quienes ignoran o eluden a
este como problema económico social” sostiene en efecto que “la cuestión
indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en la propiedad de la
tierra”[4]
pero, al mismo tiempo, haciendo una “Sumaria Revisión Histórica” del problema
del indio afirma lo siguiente:
En una raza de costumbre y
alma agrarias, como la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de
disolución material y moral. La tierra siempre ha sido la alegría del indio. El
indio ha desposado la tierra. Siente que “la vida viene de la tierra” y vuelve
a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la
posesión de la tierra que sus manos labran y fecundan religiosamente[5].
Esta alusión a la costumbre, al espíritu indígena, a su especial
vínculo con la tierra, es desde luego la visión que Mariátegui tenía de la
cultura que había sobrevivido al despojo colonial y su continuación bajo la
expansión del latifundio, el gamonalismo y la servidumbre en la República.
En ese marco histórico, al tratar el tema de las comunidades
indígenas y el especial modo en que es despojada de sus tierras, ora por el
liberalismo, ora por la feudalidad, plantea la tesis de que la sobrevivencia de
la comunidad se debe en gran parte a “la vitalidad del comunismo indígena que
impulsa invariablemente a los aborígenes a variadas formas de cooperación y
asociación” cuestión que reafirma al señalar que:
[…} por esto
en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han
extinguido los vínculos del patrimonio y trabajo comunitarios, subsisten aún,
robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión
empírica de su espíritu comunista. La comunidad corresponde a ese espíritu”
(El subrayado es mío)[6].
Es tan importante este concepto en Mariátegui que, rompiendo con los
esquemas marxistas de su tiempo, con la III Internacional, incorpora en el
Programa del recién constituido Partido Socialista la idea de que en las
comunidades, dentro de una solución socialista al problema de la tierra,
“quedan como factor aprovechable dentro de una técnica de producción
perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los
campesinos indígenas”[7].
Al respecto, vale la pena recordar que para Alberto Flores Galindo,
citando a Ricardo Martínez de la Torre, este episodio en la vida y obra de Mariátegui
no constituye “en absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de
reconstrucción” o la pretensión de “imponer el colectivismo a diestra y
siniestra sino simplemente desarrollarlo donde existían bases materiales.” Por
otro lado, agrega Flores Galindo, “es significativo […] que en el
programa [del partido socialista] se asociaran las reivindicaciones
económicas con los problemas culturales (los subrayados son míos), como
parte de un mismo proceso”[8].
En consecuencia, es absolutamente falso que Mariátegui al sostener
que el problema del indio, incluidas las hoy llamadas comunidades campesinas,
es un problema económico social haya afirmado, al mismo tiempo, que este
problema “en ningún caso era étnico o cultural”. Al contrario, relevando el
tema económico en oposición a quienes desconocían este aspecto fundamental del
problema indígena, no deja de aludir a la importancia que tiene históricamente
la forma en que culturalmente sobrevive la organización comunal, el “comunismo
indígena”, a pesar del sometimiento colonial y del medio asfixiante que supuso
el desarrollo del latifundio, la servidumbre y el gamonalismo en el período
republicano.
2° En cuanto a la supuesta
visión racista del problema del indio y de las comunidades indígenas esto es
otra tergiversación más que realiza Cesar Humberto Cabrera sobre la obra de
Mariátegui. Precisamente sobre este particular, Roland Forgues, quien revisa el
uso de los conceptos de raza, etnia y clase social en el pensamiento de
Mariátegui descarta categóricamente cualquier cercanía de este con
una visión racista del problema indígena y del mestizaje. Citando al Amauta señala lo siguiente:
La suposición de que el
problema indígena es un problema étnico, se nutre del más envejecido repertorio
de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvió al occidente
blando para su obra de expansión y conquista” Se trata de un fenómeno
determinado fundamentalmente por motivos políticos y económicos.
Rechazará en consecuencia
la idea del mestizaje racial[…] “Esperar la emancipación indígena de un activo
cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos, es una ingenuidad
antisociológica, concebible solo en la mente rudimentaria de un importador de
carneros merinos” y muestra además que se trata de un falso problema: “Los
pueblos asiáticos, a los cuales no es inferior en un ápice el pueblo indio, han
asimilado admirablemente la cultura occidental, en lo que tiene de más dinámico
y creador, sin transfusiones de sangre europea”. Pues el mestizaje se resume
para él en la capacidad de un pueblo de asimilar las técnicas de otros pueblos
históricamente más adelantados sin perder su propia identidad cultural. De esta
capacidad depende su sobrevivencia[9].
Por eso el problema indígena, en la visión de Mariátegui, no puede
ser visto a partir de quienes demográficamente o conforme a los censos que
tomaban en cuenta el factor racial
pertenecían al grupo indígena. Lo que cuenta en el problema indígena, no es la
raza, sino el problema por el cual, la tierra a la que están especialmente
vinculados para su sobrevivencia económica y cultural, les ha sido arrebatada
por el latifundio que, a la vez, con la fuerza del gamonalismo, impide su
desarrollo.
En esa línea de pensamiento, Mariátegui considerando el desarrollo
de la economía capitalista y la subsistencia de la comunidad bajo un régimen
feudal “nacido de la conquista” no solo
advierte sobre el hecho histórico de que “el régimen medioeval, teórica y
prácticamente conciliaba la propiedad feudal con la propiedad comunitaria” , sino que, a la vez, sostuvo que las
comunidades, en ese entonces denominadas indígenas, por la subsistencia de sus
formas de cooperación, lograban aprovechar a su favor y sin perder su identidad
los avances de la economía capitalista.
Precisamente, sobre esto último, Mariátegui, citando la obra de
Hildebrando Castro Pozo y el modo en que la Comunidad de Muquiyauyo,
aprovechando el desarrollo de la tecnología capitalista, se había convertido
espontáneamente en una “cooperativa”, dueña de una planta eléctrica en las
orillas del Mantaro que proporcionaba “luz y fuerza motriz para pequeñas
industrias a los distritos de Jauja, Concepción, Mito, Muqui, Sincos,
Huaripampa y Muquiyauyo”, sostiene que este proceso “ha transformado [a la
comunidad] en la institución comunal por excelencia ; en la que no se ha
relajado sus costumbres indígenas, y antes bien han aprovechado de ellas para
llevar a cabo la obra de la empresa; […]
Esta tesis sería confirmada y enriquecida más tarde por los trabajos
antropológicos de José María Arguedas, “La sierra en el proceso de la cultura
peruana” y “La Evolución de las Comunidades Indígenas”, tomando como referencia
en este último caso a las comunidades del valle del Mantaro impactadas por el
desarrollo de la minería y el comercio.[10].
![]() |
El mestizaje cultural como en el caso de los danzantes de tijera, creación de los pueblos andinos de Huancavelica y Ayacucho, enriquece la cultura andina y su identidad. |
En todo caso, me atrevo a sostener que la tergiversación efectuada
sobre el pensamiento de Mariátegui para fundamentar, a favor de los intereses
de la inversión minera, el desconocimiento de los derechos fundamentales de los
hombres y mujeres de las comunidades campesinas de la sierra peruana, es la
expresión de un sector de “expertos” que tratan de traducir en “fundamentos
teóricos” lo que piensa un sector de la derecha peruana que periodistas como
Juan Carlos Tafur y Augusto Álvarez Rodrich han denominado como la Derecha
Bruta y Achorada[12].
[1] Cfr. CAFFERATA,
Alfredo. 2014. “La Derecha (¿DBA?) y la
Consulta Previa” En: CAFFERATA, Alfredo. Política
Minera, Derechos Humanos y Democracia. Lima. Cátedra Libre de Sociología, Política
y Derecho. Págs. 41-42. Consulta 08/07/2014. http://catedralibredesociologia.blogspot.com/
[2] Cfr. CAFFERATA, Alfredo. 02/06/2014. “DE COMO SE EXCLUYE A LAS
COMUNIDADES CAMPESINAS DE LA CONSULTA PREVIA Y EL CONVENIO 169 – Parte I”.
Cátedra Libre de Sociología, Política y Derecho. Consulta 08/07/2014. http://catedralibredesociologia.blogspot.com/
[3] Cfr. CAFFERATA F. Alfredo. 1995.
La Teoría sobre comunidades campesinas en el Perú. Una visión Crítica de su
Historia. Lambayeque. Fondo
Editorial de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales y Educación.
Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.
[4] MARIÁTEGUI, José Carlos. 1957. 7
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Quinta edición. Lima.
Empresa Editora Amauta. Pág. 31.
[5] Ídem. Pág. 30.
[6] Ídem. Págs. 70-71
[7] MARTINEZ DE LA TORRE,
Ricardo. s/f. Apuntes para una
interpretación marxista de Historia Social del Perú. Tomo II. Reproducción de la UNMSM. Lima. Pág.
400
[8] FLORES G., Alberto. 1980. La
Agonía de Mariátegui. La Polémica con la Komintern. Lima. DESCO. Pág. 51.
[9] FORGUES, Roland. 1995. MARIÁTEGUI,
la Utopía Realizable. Lima. Edit. Amauta. Págs. 47-48
[10] CAFFERATA F. Alfredo. 2005. JOSE MARIA ARGUEDAS. Comunidades campesinas
y el aporte antropológico arguediano.
Lima. Talleres Tipográficos. Págs. 80-84
[11] Sobre pluralidad y multiculturalismo véase: SARTORI, Giovanni. 2001. La Sociedad
Multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. Madrid. Taurus.
[12] CAFFERATA F.
Alfredo. “La Derecha (¿DBA?) y la
Consulta Previa.” EN: Política Minera,
Derechos Humanos y Democracia. Artículos sobre la Política Minera en el Perú:
Período 2009-2013..Pags 41-42